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Museo de las Americas presents: ROJO AMERICANO Benefit Concert - August 23, 2013

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ROJO AMERICANO
Benefit Concert for Museo de las Americas
Featuring Musical Guests La Santa Cecilia

August 23, 2013
L2 Arts and Culture Center
1477 Columbine St
Denver CO 80206
5:30pm Benefit and Silent Auction
7:30pm Concert

$50 Benefit, Silent Auction, and Concert
$30 Concert


Museo de las Americas (http://museo.org/) is the only Latin American art museum in Colorado. Since a significant and growing part of the Denver community is directly connected to Latin America, such as Hispanics, and people from Latin American countries such as Puerto Rico, the Museo’s sense of purpose and mission appeals to this changing demographic. The understanding, tolerance, and recognition of Latinos/Latinas from people of all walks of life are thoughtfully integrated into our programming.

Each year, we promote and support upcoming talent in new genres that represents a hybrid of music where many styles of world music come together with Latin music. We aim to present a new voice of Latin American music and aesthetics here in Denver. According to an attendee of the Latin American Alternative Music Conference, which featured a La Santa Cecilia performance, “There is a challenge of getting [this] music out and getting the word out, you know, because of the lack of radio play in both English and in Spanish.”


Los Angeles quartet La Santa Cecilia
Concert
Museo’s has a long-time tradition of doing annual concerts. This history of choosing these types of musicians began many years ago with Lila Downs, who was fairly unknown at that time, and now is a popular musical talent. This concert will coincide with the city’s Biennial of the Americas celebration that runs from July to October 2013. The Biennial’s audience will be similar to Museo’s visitors and concert audience. Our community partners include Metropolitan State University and East High School, with 60 students attending the Pláticaand Concert for free as our community outreach and to target younger audiences that have limited exposure to Latin American cultural performances.

La Santa Cecilia is coming to Denver and the Southwest region for the first time. They typically tour in California and Mexico. We are facilitating promotions and scheduling for other performances at Su Teatro, the Biennial of the Americas and others. Lead singer Marisol Hernandez commented, “We want to travel. We want to fulfill our dreams of playing music and also representing who we are.”

Plática
The Museo and La Santa Cecilia will present a 45 minute Plática for students as our outreach activity. This Plática will take place at L2 Arts and Culture Center at 4:00 p.m. Students will be from Metropolitan State University (MSU), Metro Leadership Program and East High School‘s Music department. Band members will talk about finding their musical voice within all the genres of world music, and how they developed a quality and distinct modern sound that engages audiences.

Outreach is very much in tune with our mission as a community centered organization that incorporates open access into all of our programming. La Santa Cecilia will gain a connection to our community’s through their interaction with these students, and the students’ perspective will widen as they experience modern day Latin music and talk with musicians that grew up in the inner-city of Los Angeles, and used their neighborhood roots to achieve artistic success.

The community will benefit by being introduced to this diverse and unique music that is brought to our large metropolis of Denver, and will have appeal to our multi-cultural and aesthetic seeking citizens.











Poe por Enrique Lihn (1929-1988) Santiago, Chile

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Cae la nieve negra de Anaxágoras desde Edgar Allan Poe
sobre el blanco que se extiende ante el ojo
invisible del lápiz
Las palabras arremolinadas por el viento que lleva el segun-
         do de estos nombres
caen sobre el desierto de papel.

Edgar, me hago tu eco
yo también prefiero —en mi perversidad— lo distante y
         equívoco
a lo obvio y fácil. Al paso de los años
que no me enseñan nada, en cambio, aumenta
—en proporción directa a mi extenuación—
el tamaño de mi cabeza y la movilidad de mi lengua.

Cedo la iniciativa a las palabras en tu honor
y me agrego a tu nombre releyendo a Baudelaire: hojas que
         caen
de un libro descuadernado, rival de la Naturaleza
L’ART ROMANTIQUE, datado por mí en París en 1965
esa ciudad irreal
Cae (y de lo que se trata es de la palabra caer) sobre la
         página en blanco
una sombra de palabras: la nieve
negra, un oxímoron de Poe, el engreído
diestro en atribuciones, citas y coartadas
como yo.





Poe, Enrique Lihn, A partir de Manhattan, Ediciones Ganymedes, Santiago, Chile, 1979. © Enrique Lihn y herederos de Enrique Lihn.

poet Seamus Heaney (Castledawson 1939 - Dublin, Ireland 2013)

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The wintry haw is burning out of season,
crab of the thorn, a small light for small people,
wanting no more from them but that they keep
the wick of self-respect from dying out,
not having to blind them with illumination.

The Haw Lantern, Seamus Heaney, Literature Prize 1995





Mossbawn 1. Sunlight
for Mary Heaney

I. Sunlight
There was a sunlit absence.
The helmeted pump in the yard
heated its iron,
water honeyed

in the slung bucket
and the sun stood
like a griddle cooling
against the wall

Seamus Heaney
of each long afternoon.
So, her hands scuffled
over the bakeboard,
the reddening stove

sent its plaque of heat
against her where she stood
in a floury apron
by the window.

Now she dusts the board
with a goose's wing,
now sits, broad-lapped,
with whitened nails

and measling shins:
here is a space
again, the scone rising
to the tick of two clocks.

And here is love
like a tinsmith's scoop
sunk past its gleam
in the meal-bin.



By Seamus Heaney
From "North", 1975
Copyright © Seamus Heaney


Seamus Heaney, awarded the 1995 Literature Prize "for works of lyrical beauty and ethical depth, which exalt everyday miracles and the living past", died today.






El escritor y sus fantasmas - Ernesto Sabato (1911-2011) Argentina

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—por Alberto Hernández—


1
A Ernesto Sabato le gustaban las entrevistas. No tanto porque apareciera en los diarios, sino porque le gustaba provocar el pensamiento de sus posibles lectores. Es decir, abría una puerta para inclinar balanzas y dejar que el peso de su opinión aportara voces y silencios. Sabato era un excelente polemista. Un hombre de respuestas. Su formación científica estaba presente en todas sus intervenciones.

En El escritor y sus fantasmas, un libro de fragmentos, ensayos cortos e ideas para discutir, el fallecido narrador argentino nos deja un lugar donde es posible discernir, estar de acuerdo o no con sus posturas, pero —en definitiva— es un libro para mover la inteligencia, sacar conclusiones, elaborar tesis, inventar y borrar emociones.

En la explicación que nuestro autor ofrece al comienzo, Sabato se pregunta: “¿Para quién escribo este libro?”. Y responde: “En primer término, para mí mismo, con el fin de aclarar vagas intuiciones sobre lo que hago en mi vida; luego, porque pienso que pueden ser útiles para muchachos que, como yo en mi tiempo, luchan por encontrarse, por saber si de verdad son escritores o no, para ayudarlos a responderse qué es eso de la ficción y cómo se elabora...”, y sigue respondiendo, de la manera más amable. No ha dejado, en todos estos años, de respondernos.


Ensayo escrito en 1963 
2
Con El escritor y sus fantasmas conservo un pecado que debo confesar hoy: fue mi primer robo. Sí, saber que el libro existía, que era referencia en mis estudios universitarios, pero que no estaba al alcance de mi bolsillo, me propuse que estuviese al de una de mis manos. Y así. Una tarde, maletín en mano, me convertí, como en la novela de Markus Zusak, en un ladrón de libros. Fue en una librería de Maracay. En Caracas no pude hacerle frente a este delirio porque me entró todo el terror del principiante. Cuando llegué a la casa con el producto de mi fechoría, abrí la obra de Ernesto Sabato y comencé a leerlo como él me pidió que lo hiciera, como un muchacho, como lo que era. Y desde esos días de la década de los setenta, lo leo. Siempre lo reviso, lo sobo, lo paseo por la casa, lo acaricio, le quito el polvo, le hablo. Él me habla. Sabato me habla, me aconseja. Yo no sé, finalmente, si me hice escritor. Pero sí estoy agradecido de ese señor casi centenario que acaba de arrancar hacia las estrellas. Sábato, a pesar de su sapiencia, me enseñó a ser amable, comedido en algunas cosas, pese a que la inteligencia, cuando se muestra toda, se torna arte de pedantería. Me refiero a la inteligencia de Sabato, pues la mía (¿dónde estará?) casi no se siente, es un préstamo de tantos amigos y no tan amigos, de conocidos y desconocidos a quienes les he robado ideas para poder sobrevivir, como muchas veces también ha confesado Enrique Vila-Matas. Con El escritor y sus fantasmas pasé al estadio superior del crimen organizado: practiqué lo que siempre planifiqué, robarme un libro sin que me descubrieran. Digo organizado con toda la impudicia del mundo porque me organicé muy bien para hacerlo, pero estaba demasiado solo, lo que hizo que madurara esta inclinación y me empujara a repetir la acción criminal, unas veces exitosa, otras fallida. Un día terminé frente a un policía que luego se echó a reír y hasta le pidió al librero que se quedara quieto. Se trataba de un policía extraño. Yo creo que había leído a Sabato o a Kafka. Y no me arrepiento de haberlo hecho porque con la lectura del cuerpo del delito he aprendido y he enseñado algo: he sido profesor en muchas aulas, de adolescentes y de universitarios. Y Sabato ha estado allí, con sus duendes, con sus monstruos, con sus pesadillas, con su pesadumbre y su pesimismo, con su incertidumbre y sus rasgaduras filosóficas.


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Más adelante, el tomo nos entrega un “Interrogatorio preliminar” donde el autor recoge muchas de las preguntas que le han formulado periodistas y lectores. Preguntas que tienen, por supuesto, respuestas que han servido para darle cuerpo a las páginas que en este instante tengo abiertas sobre la mesa. Sabato responde con precisión. A veces con demasiada precisión. Es un hombre de ciencia entregado a la magia de la literatura. Es un sabio que no se sale de su espacio. No corrompe el lugar donde habla. Dignifica a quien oye. Lo construye con sus palabras.

Entre las tantas preguntas escojo la última con su respectiva reflexión:

—Usted que escribió que Borges es heresiarca del arrabal porteño, latinista del lunfardo, suma de infinitos bibliotecarios hipostáticos, ¿sabe quién es Ernesto Sabato?

—No del todo. He tratado de averiguarlo escribiendo algunas ficciones. En ellas mis amigos y mis enemigos tienen una buena cantera para averiguarlo.

Y, en efecto, lo he averiguado: Ernesto Sabato ha sido y es uno de los grandes escritores del siglo XX americano. Una de nuestras glorias civiles. Aunque a veces creo que no existió, que es una sombra de sus héroes, de sus tumbas abiertas, de sus exterminadores, de sus túneles oscuros. Nuestro fantasma personal. El ectoplasma de nuestra juventud.


4
La siguiente parte de este libro para “muchachos” habla de “Las letras y las artes en la crisis de nuestro tiempo”. En estas hojas el hombre es el sino de su angustia. Hombre y tiempo en medio de un caos que ya se ha instalado en nuestro espíritu. “La cosificación del hombre”, “La rebelión del hombre concreto”, “No crisis del arte, sino arte de la crisis”. Ensayos que hunden la daga en medio de dicotomías que han confundido a quien ya tiene algunos siglos sobre la tierra.

La parte final es una larga caminata por un tema que se repite, que se refleja en el agua, en el espejo, en el fondo de los ojos, en el alma del universo creador. Literatura, arte, cosmogonía, ciencia, personajes, corrientes literarias, la lectura y la escritura, dialéctica y sueños. Todo un compendio de emociones escrito en pocas líneas, como para que el lector se instale y no se despegue hasta cerrar la última página con el aliento de tantas ideas. De una idea multiplicada.

Desde aquel día de mi primer delito, desde aquella tarde frente a la fila de libros de diversas tapas y colores, me enfrento a éste de verde tapa elegante, de sobria presencia que la editorial Aguilar sembró en nuestros ojos de estudiantes. Se trata de la cuarta edición, la de mayo de 1971. La avenida Miranda de Maracay me ha sabido perdonar. Creo que el propietario del negocio también. La librería estaba en ese camino diario de mis andanzas de malogrado aspirante a morgues, consultorios y pabellones quirúrgicos. Me quedé con las letras, con la literatura, con la locura, con esta maravillosa genética que sigue vapuleándome. Gracias al maestro Ernesto Sabato. A él y a sus fantasmas, tan amables.






The Premature Burial - Edgar Allan Poe (1809–1849) american autor, poet, editor

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There are moments when, even to the sober eye of Reason, the world of our sad Humanity may assume the semblance of a Hell-but the imagination of man is no Carathis[1], to explore with impunity its every cavern. Alas! the grim legion of sepulchral terrors cannot be regarded as altogether fanciful-but, like the Demons in whose company Afrasiab[2]made his voyage down the Oxus, they must sleep, or they will devour us-they must be suffered to slumber, or we perish.


Así termina el cuento The Premature Burial del afamado autor, poeta, editor y crítico norteamericano Edgar Allan Poe.
El entierro prematuro es una historia corta de horror basada en el tema de “ser enterrado vivo”. Fue publicada en 1844 por el periódico The Philadelphia Dollar.

El miedo a ser enterrado vivo era común en esa época y Poe sacaba provecho de ese interés público. Este cuento ha tenido innumerables adaptaciones incluyendo el cine. El tema del entierro en vida se haya también presente, con variaciones, en los siguientes relatos de Poe: Berenice, La caída de la casa Usher y El barril de amontillado.


Ilustración para The Premature Burial
a cargo de Harry Clarke, 1919
La muerte —y los entierros— siempre fueron fuente de inspiración, sobre todo en sus relatos de horror, para el atormentado Poe. De hecho su obituario —y con errores— publicado por un diario de la época fue bastante simple para la estatura de uno de los escritores más admirados del mundo literario de todos los tiempos:

DEATH OF EDGAR A. POE -- We regret to learn that Edgar A. Poe, Esq., the distinguished American poet, scholar and critic, died in this city yesterday morning, after an illness of four or five days. This announcement, coming so sudden and unexpected, will cause poignant regret among all who admire genius, and have sympathies for the frailties too often attending it. Mr. Poe, we believe, was a native of this state, though reared by a foster father at Richmond, Va., where he lately spent some time on a visit. He was in the 38th year of his age.




[1] A character in “The History of the Caliph Vathek”, a Gothic novel written by William Thomas Beckford. It was composed in French in 1782.
[2] Afrasiab is a character from Firdowsi’s great Persian epic, “Shahnama” (The Epic of Kings), written around 1,000 AD. It is a remarkable work, containing 62 stories, 990 chapters, and 60,000 rhyming couplets, making it more than seven times the length of Homer’s Iliad.




CATCH-22 (1961) Joseph Heller - Brooklyn

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cover designed by Paul Bacon
1 The Texan

It was love at first sight.

The first time Yossarian saw the chaplain he fell madly in love with him.

Yossarian was in the hospital with pain in his liver that fell just short of being jaundice. The doctors were puzzled by the fact that it wasn't quite jaundice. If it became jaundice they could treat it. If it didn't become jaundice and went away they could discharge him. But this just being short of jaundice all the time confused them.

Each morning they came around, three brisk and serious men with efficient mouths and inefficient eyes, accompanied by brisk and serious Nurse Duckett, one of the ward nurses who didn't like Yossarian. They read the chart at the foot of the bed and asked impatiently about the pain. They seemed irritated when he told them it was exactly the same.

"Still no movement?" the full colonel demanded.

The doctors exchanged a look when he shook his head.

"Give him another pill."

[...]



2004 Simon & Schuster Paperbacks, New York, NY. Copyright © 1955, 1961 by Joseph Heller




Ni gaucho ni insufrible: Roberto Bolaño y la no ficción de Entre paréntesis

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Roberto Bolaño, ensayista: Entre paréntesis


—por Gregory Zambrano—

Se cumplieron diez años de la muerte de Roberto Bolaño. En Chile, en México, en España, lo recordaron con una serie de eventos de índole académica y editorial; también fue una oportunidad para reconocer la enorme fuerza de su obra narrativa, poética y ensayística. Los lectores ya se cuentan por legiones en la lengua española, en inglés, francés, japonés y otros idiomas.

En el ámbito de la expresión ensayística, la obra de Bolaño tal vez sea la menos publicitada y ha circulado como corolario de sus novelas y cuentos.

Entre paréntesis reúne textos escritos entre 1998 y 2003. Recoge sus discursos, que el mismo autor consideraba como “insufribles”. Tres en total: “Derivas de la pesada”, sobre la literatura argentina; “Discurso en Caracas”, cuando recibió el Premio Rómulo Gallegos, y la tercera, sobre su propia condición trashumante: “Literatura y Exilio”. Me gustó una de sus conclusiones: “El trabajador no puede ni debe sentir nostalgia: sus manos son su patria”. Para él, que no tenía prurito nacionalista, el sentido de pertenencia tenía que ver más con el lugar de donde son sus hijos.

El libro también recoge una serie de artículos divulgados en periódicos (el Diari de Gironaque los traducía al catalán y, principalmente, en Las últimas noticias, de Chile), donde se publicó su columna “Entre paréntesis”. Estos artículos, que se ocupan fundamentalmente de literatura, se publicaron durante poco más de un año y constituyen el apartado mayor del libro. Igualmente, se recogen algunas crónicas y notas críticas sobre literatura chilena, reunidas bajo el título de “Fragmentos de un regreso al país natal”. Las siguientes series se titulan sucesivamente “Escenarios”, “El bibliotecario valiente” y “Un narrador en la intimidad”. Cierra el libro una entrevista, famosa ya —tal vez por su fuerte dosis de acidez— que Mónica Maristain le hizo a Bolaño para la revista Playboy. El recorrido de estos textos, sus circunstancias y procedencia, aparecen perfectamente explicados por el editor, Ignacio Echevarría.

Leer a Bolaño en su prosa no ficcional es un verdadero placer; es como escuchar sus pláticas, de las que se recuperaron varias sobre todo entrevistas—, disponibles en Youtube. Lamentablemente, no son muchas.

El prologuista y compilador, Ignacio Echevarría, advierte que los textos recogidos en este libro representan una especie de biografía intelectual. Allí está el diálogo con algunos autores contemporáneos suyos, muchos de ellos sus propios amigos (Rodrigo Rey Rosa, Horacio Castellanos Moya, Juan Villoro, Javier Cercas, entre otros), también sus lecturas, la ironía persistente, su humor; la agudeza de sus intuiciones; a veces su autocrítica. Todo esto revela los detalles de su proceso creativo, sus búsquedas en el campo literario, pero también el desahogo humano entre contradicciones, incertidumbres y azares.

Roberto Bolaño. Photograph Julian Martin/AP
Entre paréntesis —Ensayos, artículos y discursos, 1998-2003, Barcelona, Anagrama (5ta. edición, 2011)— en un libro que va más allá de la crítica, y que una vez leído deja una sensación sumamente placentera, y no me parecería exagerado decir que luego invita a una relectura a saltos, como el código cortazarariano de Rayuela. Por demás un autor al que Bolaño leyó con devoción.

Si bien es cierto que la crítica es un oficio creativo no exentó de riesgos, el de Bolaño en este sentido es una fuente de iluminación: sus gustos, aficiones y caprichos de lector. El oficio de un escritor sin sosiego, la profesión de fe de un militante efusivo en este espinoso mundo de las letras. Como ya se advirtió, en la mayoría de los casos, los textos fueron recuperados principalmente de diarios y revistas. Cada uno en sus diversos alcances permite seguir de cerca las obsesiones de Roberto Bolaño, su profunda vocación de escritor y su compromiso con la obra propia como una trama, más que intelectual, vital.






In Cold Blood - Truman Capote (1924-1984) USA

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cover created by S. Neil Fujita

I
THE LAST TO SEE THEM ALIVE

The village of Holcomb stands on the high wheat plains of western Kansas, a lonesome area that other Kansans call "out there". Some seventy miles east of the Colorado border, the countryside, with its hard blue skies and desert-clear air, has an atmosphere that is rather more Far West than Middle West. The local accent is barbed with a prairie twang, a ranch-hand nasalness, and the men, many of them, wear narrow frontier trousers, Stetsons, and high-heeled boots with pointed toes. The land is flat, and the views are awesomely extensive; horses, herds of cattle, a white cluster of grain elevators rising as gracefully as Greek temples are visible long before a traveler reaches them.


[...]



Originally published: New York, Random House, 1966, © 1965.



   

   

Alice Munro (1931, Wingham, Canada) - Premio Nobel en Literatura 2013

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La escritora canadiense Alice Munro gana el Premio Nobel en Literatura 2013. 

La motivación de la academia: "Diestra del cuento contemporáneo".


El trabajo de Munro es a menudo comparado con los grandes escritores de cuentos. En los cuentos de Munro, como en los de Chéjov, la trama es secundaria y "poco pasa."

Al igual que con Chéjov, el crítico Garan Holcombe señala: "Todo se basa en el momento epifánico, la repentina iluminación, la concisa, sutil, detalle revelador." El trabajo de Munro trata sobre "el amor y el trabajo, y los fallos de ambos. Ella comparte la obsesión de Chéjov con el tiempo y nuestra incapacidad muy lamentado de retrasar o impedir su movimiento incesante hacia adelante".

Felicidades al pueblo canadiense.




Los detectives salvajes: Los hijos bastardos del boom latinoamericano

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—por Luis Fernández-Zavala (*)—

“El problema con la literatura, como en la vida, dice don Crispín,
es que al final uno siempre termina volviéndose un cabrón.”
Roberto Bolaño (Chile, 1953-2003).


La monumental novela de Roberto Bolaño (Vintage Español, 1988) fue recibida por los medios especializados como una gran obra que mereció el Premio Rómulo Gallegos de novela (obtenido anteriormente por autores de la categoría de Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa) y el Premio Herralde de la editorial española Anagrama. El New York Times lo catalogó como “uno de los diez mejores libros del año” en el 2007; el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona ha abierto una exhibición recontando la vida del autor en España y se habla de Bolaño como el escritor cuya carrera ha llegado a redefinir la estética literaria global (Hector Tobar, Los Angeles Times).

Los detectives salvajes no es una obra fácil de leer porque no tiene la estructura lineal a la que ya estamos muy acostumbrados. La trama se desarrolla dentro un largo período de tiempo, entrecruzándose un gran número de personajes y nombres de autores literarios, un tanto difícil de seguir. Empieza en México D.F. (1975-1976) y luego el autor nos lleva a Europa, África e Israel (1996), para volvernos a traer a México, Sonora, en 1976. Por otro lado, para reconstruir los perfiles de Arturo Belano y Ulises Lima, líderes de un minúsculo movimiento literario radical, se nos presentan las recolecciones de 52 personajes, algunos de ellos sin conexión obvia.

En la primera parte, Mexicanos perdidos en México (1975), Bolaño usa el diario de Juan García Madero para introducirnos al ambiente literario de México D.F., a mediados de los años setenta. El joven poeta se relaciona con una serie de personajes marginales del mundo bohemio, tiene sus primeras experiencias sexuales y saborea el placer de ser reconocido como poeta por la mesera de un bar y el ser aceptado como parte de los visceralistas, el grupo de referencia que lo hace sentir ser parte de algo especial y diferente. Para el lector acucioso, México D.F. es Latinoamérica y la experiencia de Juan García Madero y los visceralistas es la de los escritores en búsqueda de un espacio en el ambiente cultural después del boom literario de los años sesenta.


“...a los muchachos pobres no nos queda otro remedio que la vanguardia literaria.”


En la segunda parte del libro, Los detectives salvajes (1976-1996), los líderes del movimiento literario radical, Arturo Belano, Ulises Lima y otros visceralistas, van apareciendo más nítidamente. En este capítulo, un inquisidor invisible, reconstruye la existencia de este movimiento literario efímero y movedizo y la vida marginal e impulsiva de los líderes del visceralismo. Aquí la remembranza de extraños personajes que se mezclan y entrecruzan (libreros, académicos, editores, poetas exitosos, locos, rebeldes literarios, cajeras de supermercado, prostitutas, lúmpenes y bisexuales) son la fuente de información. El mosaico de información —da la impresión de estar viendo un documental— no proviene de la escena oficial, sino de la marginal. Muy pocos conocen la producción de los visceralistas y mucho menos quieren publicar sus trabajos. Bolaño, con el material del primer y segundo capítulo, reconstruye una era, un ambiente cultural a partir de una muy elaborada tela de araña que se expande y vuelve a centrarse, casi inadvertidamente, en los personajes principales.


En tercera parte de la novela, Los desiertos de Sonora (1976), vuelve la voz del joven Juan García Madero para narrar la búsqueda y el encuentro con Cesárea Tinajero, la madre del visceralismo. La aventura de encontrar a la fantasmagórica poetiza de los años treinta es un trabajo de hormiga, paciente y persistente, en un desierto inhóspito, tamizado por el riesgo de ser encontrados y matados por el delincuente dueño de la prostituta Lupe, que los persigue desde el D.F. Lupe a estas alturas es la amante del joven poeta. Otra vez, lo lumpen, se mezcla con el derrotero de movimiento literario. Los poetas no logran conectarse sino superficialmente con la Cesárea Tinajero y su fin trágico, los deja sin conexión con la tradición literaria que ellos buscaban. Si tomamos en cuenta que después de estos episodios, Belano y Lima salen de México (presentados en el capítulo anterior) y que el joven poeta se queda deambulando en Sonora con su amante prostituta, el derrotero del movimiento literario radical es incierto. Los noveles escritores buscarán otros horizontes motivados por sus intereses inmediatos de sobrevivencia, amor y desamor. La búsqueda de un referente literario acaba ahí.

Lo que definirá su producción literaria a partir de ese momento será la búsqueda de otros ambientes culturales ligados a su aventura de vivir. Así Europa, no es el destino idealizado donde iban a parar los escritores del boom; para los visceralistas, son lugares en los que se transita, se sobrevive y se escribe. Muchas veces se aprende más de la literatura leyendo a los autores franceses por ejemplo, en América Latina. Cabe señalar que por más radicales literarios que estos jóvenes escritores sean, no son unos improvisados. Tienen y manejan un bagaje literario impresionante como lo demuestra el joven Madero entreteniendo a sus compañeros de aventura con preguntas y respuestas sobre métrica literaria y estructura de la poesía; esto también lo podemos notar en los libros que roban y leen. No son improvisados pero no aceptan encasillamientos: su radicalismo literario los enfrenta al establishment representado por Octavio Paz y Neruda, pero también los enfrenta a los grupos autóctonos y a la izquierda literaria ligada a los movimientos revolucionarios de la época de los sesenta.


“La mafia de los libreros mexicanos no desmerece en nada a la mafia de los literatos mexicanos.”


Al margen de lo autobiográfico, que sería la forma más simple de seguir la trama, Los detectives salvajes representa más bien la ficcionalización de un ambiente, la recreación del espíritu cultural de una época; son los tiempos del post-modernismo donde todo es efímero, nebuloso y marginal y como siempre, los jóvenes escritores quieren inventarlo todo de nuevo. La pregunta que se deriva es: ¿cómo?

Para Bolaños, las vicisitudes de los escritores de su generación no son teóricas o académicas, pero sí “reales”. La necesidad de crear algo nuevo, no son racionales, son vividas por los poetas y escritores de la década del setenta en adelante, respondiendo a un contexto histórico donde no pasa nada importante. Tiene el mismo impulso contestatario del boom, pero quiere desprenderse o, en el mejor de los casos, distanciarse de ese fenómeno cultural. Ya no se trata del drama individual frente a los grandes acontecimientos; ahora se trata de un contexto histórico-cultural donde los escritores reevalúan la tradición literaria, lo establecido y el futuro incierto abierto a corrientes más amplias. En este contexto, las prostitutas, los bares de poca monta, los hoteluchos, las otras preferencias sexuales, los juegos de alianzas individuales, la satisfacción de deseos inmediatos y personales en el mundo subterráneo de la gran ciudad, sin muchas reglas (Latinoamérica), definen las tramas, estilos literarios y la vida de los escritores. Por eso lo nebuloso de los visceralistas (o infrarrealistas, o nuevos escritores), por eso aparecen y desaparecen, escriben y dejan de escribir, viajan y regresan, para devenir en otra cosa. ¿Qué cosa? Para devenir en el producto condensado en Los detectives salvajes, una novela diferente y multidimensional que abre las compuertas de lo ya establecido.



__________________________
(*) Luis Fernández-Zavala, Ph.D.
Autor de la colección de cuentos: El guerrero de la espuma y la otras tantas despedidas, reside en Santa Fe, NM – luferza@gmail.com




The Names - Don DeLillo (1936), The Bronx, New York City

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Photo: PEN American Center
THE MOUNTAIN (*)
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[…]

He lowered himself again, coughed into his armpit. He was wearing a strange pair of suede boots trimmed on the outside with some fleecy synthetic—women’s boots, I thought. His pants were loose and brown, drawn in at the ankles.

“The large stone outside this village,” I said. “Why were those words painted there?”

“Someone, leaving, painted the words.”

“When you found them, you painted them over, made them illegible.”

“We are not painters. It was not a good painting.”

“Why did he do it?”

“There are many setbacks. We lose purpose, get sick. Some people die, some wander off. There are differences in meaning, differences in words. But know this. Madness has a structure. We might say madness is all structure. We might say structure is inherent in madness. There is not the one without the other.”

He coughed into his armpit.

“No one has to stay. There are no chains or gates. More die than leave. We are here to carry out the pattern. A small patient task. You have the word in English. Abecedarian. This is what we are.”

“I don’t know the word.”

“Learners of the alphabet. Beginners.”

“And how did you begin, how did the cult begin?”
“This can wait for another time. We will talk again if the occasion permits.”

[…]


____________________________________________________________________
(*) The Names was published by Alfred A. Knopf, Inc., New York, 1982.
Copyright © 1982 by Don DeLillo




Los poderes de la transgresión: Los atajos de Yūko, de Yū Nagashima (Japón)

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—Por Gregory Zambrano—

Yū Nagashima (1972) es un autor de prolífica obra y de una curiosa identidad. Cambia de nombre de acuerdo al género que ejecuta: es Kenko Nagashima cuando escribe haikus, Y Yū Nagashima cuando publica cuentos y novelas, y Bourbon Kobayashi cuando comenta en revistas  sobre la llamada cultura pop: manga, anime y videojuegos. Es un joven curioso que ha dedicado su vida a las exploraciones de todos estos lenguajes con notable éxito. Pero no sólo se ha quedado ahí, edita él mismo su propia serie de manga. Desde niño se aficionó a este mundo virtual y en sus historias se refleja esa especie de reflejo especular entre el mundo real y el de los cómics que tanto produce Japón y que cada vez se exportan más al mundo entero.

Los atajos de Yūko[1], fue la obra ganadora del Premio Kenzaburo Oe en 2007. Se publicó ese mismo año y es la primera obra de Yū Nagashima que se traduce al español. Está dividida en siete partes que conforman una misma historia secuencial: El ciclomotor de Mizue; Los atajos de Yūko; La prenovia de Mikio; Las cajas de Asako; La Francia de Françoise; Mi rostro y Nuestro París.

Aunque estos capítulos se publicaron por separado en la prestigiosa revista Shincho entre los años 2003 y 2004, la obra puede leerse como unidad en la medida en que los personajes van desarrollándose linealmente y cada apartado supera su autonomía relativa. También existe una versión de esta novela en manga.

Yū Nagashima at Japan
2005 MSX World
La historia transcurre en una tienda de antigüedades occidentales, localizada en un barrio de Tokio. El pequeño espacio de este recinto comercial se convierte en un microcosmos donde convergen distintas personas de quienes poco sabemos.

Del narrador tampoco tenemos muchos detalles, sólo que ha venido de lejos, es de mediana edad y que llegó buscando trabajo. Al mismo tiempo que se convierte en dependiente, ocupa un pequeño lugar en el segundo piso de la tienda, que sería su pequeño y precario hogar: "Me limito a cumplir con mis obligaciones: tratar con los clientes y limpiar la tienda. Tampoco aspiro a más, ya que el gerente no tiene la intención de enseñarme el oficio", dice cuando trata de justificarse ante el lector.

Este habitante circunstancial de aquella tienda nos dará en pequeños trazos cierta relación de los clientes ocasionales, que por lo general nada compran, se fijan en algunas piezas, intercalan cualquier pregunta y se marchan. A él le corresponde la tarea de anotar escrupulosamente las características del visitante, describir sus movimientos, preguntas e intereses.

El espacio cerrado es un espacio emblemático que nos lleva a imaginar los anhelos o búsquedas de sus visitantes frecuentes y también de sus vecinos: Mizue, una joven que frecuenta la tienda, tiene habilidades para el diseño pero se niega a admitirlo y pareciera estar impulsada por una necesidad incontrolable de regalar cosas. Yūko y Asako, un par de adolescentes quienes viven con Yagi san, su abuelo, tras el divorcio y abandono inexplicable de sus padres.

Las dos hermanas comparten sus obsesiones. La mayor, Asako, es estudiante de Arte en la universidad; construye cajas y utiliza una sierra eléctrica de manera perturbadora; Yūko, la menor, estudia en un instituto vespertino, se escapa frecuentemente, retorna tarde a casa y tiene una relación con uno de sus profesores. El narrador revela lentamente sus dos principales secretos: un atajo que le permite salir de la estación por una zona no transitada, en realidad prohibida, cuya distancia recorre consciente de la transgresión y la segunda, cuando le revela al narrador su afición por el manga.

Esta afinidad la ha impulsado a prepararse para asistir a un festival de cosplay a donde quiere ir vestida con los atuendos de un monje sintoísta.  Ella cree guardar celosamente su secreto consciente de que "la gente suele creer que los aficionados a los cómics y al cosplay son bichos raros incapaces de tener relaciones amorosas en la vida real. Esto sucede sobre todo con los otakus masculinos, pero en el caso de las chicas, sobre todo si son guapas, nada impide que tengan relaciones". Pero todos parecen conocer sus planes y la cuestionan: "Esa Yū está todo el día leyendo mangas y disfrazándose de cosas estrafalarias con sus amigos", como llegó a vociferar una vez el casero.

El narrador trata de establecer los nexos que unen a las tres mujeres con el administrador de la tienda, Mikio, un cuarentón movido principalmente por su afán mercantilista. Mikio tuvo en el pasado una misteriosa relación con Françoise, una mujer del sudeste de Francia, quien había vivido en Japón por casi veinte años. La mujer aparece en el presente del relato con absoluta familiaridad y se comporta como si fuese una japonesa, entre otras cosas, por su afición al sumo y su dominio del idioma japonés. Françoise revela aspectos de la vida de Mikio y de la tienda, al mismo tiempo que establece un nuevo tipo de vínculo entre los personajes. Finalmente es ella quien propicia  un cambio de espacio, cuando, motivada por la necesidad de tasar los objetos pertenecientes a una herencia familiar, lleva a los protagonistas de la historia a Francia.

(photo sport.freepage.de)
Uno de los momentos más interesante de la novela se refiere a la visita al Kokugikan, el escenario del sumo por excelencia. Mizue, Yagi san, el casero, Mikio y el narrador, asisten invitados por Françoise, aficionada a este arte, pero que a última hora no pudo acompañarlos. Aquí se entremezcla una serie de referencias culturales al valor de este deporte tradicional: los nombres de los luchadores, los detalles de las categorías, el entorno, las comidas y la actitud de los espectadores. Todo esto  nos permite apreciar los detalles de este arte tan representativo de la cultura japonesa. La alusión a los dos grandes campeones Takanohana y Wakanohana, quienes fueron dos yukozunas muy populares a inicios de los años 90 del siglo pasado, nos sitúa en el tiempo del relato. Son también los años de florecimiento de Internet y la comunicación electrónica, perfectamente referenciados en esta obra.

Las acciones fluyen en la medida en que se van configurando los avatares cotidianos de cada personaje. El narrador, de quien nunca sabremos el nombre, va adecuando cada una de las situaciones del entorno y con una minuciosidad a veces pasmosa, nos va relatando sus pequeños hallazgos, su intento de penetrar en la psicología de los personajes y, sobre todo, de asumir los actos de cada día como algo irremisible. Así como ignoramos las razones de su llegada a ese barrio y su necesidad de trabajar —aunque revela que posee una cantidad ahorrada que le permitiría vivir cómodamente— también ignoramos los alcances de sus metas, cuando decide abandonar su trabajo y desaparecer de las acciones. Tal vez movido por un impulso de solidaridad cede su estrecho hogar a la joven pareja de Yūko y Sawada, su maestro, quien para entonces es formalmente su marido. Lo encontramos luego de cuatro meses uniéndose al grupo de personajes que se hallan en París, siguiendo la invitación que les hiciera Françoise.

festival cosplay en Japón, 2008
(photo Chang Wen's blog)
La historia carece de intriga novelesca, pero cierto sentido del misterio que nos va dosificado el narrador nos lleva por esos atajos que Yūko revela y que pudieran interpretarse como su deseo de transgresión: atravesar cotidianamente un bosque prohibido, participar en un festival de cosplay, embarazarse y luego casarse con su maestro, conocer otro país, historias que podría combinarse hasta el infinito. El mundo narrativo de Yū Nagashima maneja autorreferencialmente ese espacio de la alteridad, representada en el mundo de los cómics, del manga y del anime, cada detalle está cargado de sutileza y hasta de una bondad que resultan entrañables.

Encomiable esta labor de la editorial Quaterni de dar a conocer nuevas voces de la literatura japonesa en traducciones directas, para un público cada vez más ávido de novedades en nuestra lengua.







[1]Ficha técnica: Yū Nagashima, Los atajos de Yūko, trad. de Isami Romero Hoshino, Madrid, Quaterni, 2013, 220 págs.




Cavafy, de taberna en taberna

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—por Alberto Hernández—

Photo: The Cavafy Archive
I
La noche tuerce el destino. Al trote del tiempo, la imagen de un borracho recostado de su último impulso. El horario de la muerte empuja hacia la madrugada. En Ítaca como en Maracay nos abruma un poema, nos arrastra con sus caballos enloquecidos por aceras y puentes derribados. Que no quede deidad bajo los cielos, cabría oírle a Emile Teste al hablar de Cavafy y otorgarle aquella hermosa imagen aún fresca sobre el friso de todas las ciudades: “místico sin dios”. La certeza no es casual. Un heleno multiplicador de mitos. Un heleno que yuxtapone voces, personajes, instancias, momentos, soledades. Sin dios. Místico. ¿Se trata de esconderse del misterio de los cielos o de buscar sin descanso al Alguien deseado? En definitiva, Dios siempre anda desnudo y más a los ojos de un poeta. Quien esgrime este atentado, esta lectura, sabe que le espera un verso, una puerta abierta donde la bohemia reúne todos los fantasmas.

“Debía ser la una de la madrugada, / o la una y media. / En un rincón de la taberna, / detrás de un tabique de madera. / Sólo nosotros dos, en el local totalmente vacío. / Lo iluminaba apenas una lámpara de petróleo. / A la puerta, cansado de tanto velar, dormía el camarero”.


II
La lumbre se agita contra el viento que entra y sale del lugar. El poeta, acosado por la viudez de las horas, intenta un balbuceo. La boca, cerrada al estrépito de una ventana rota, pronuncia un juego de sonidos: “A permanecer”. La frontera del país que lo aprisiona corre con los ruidos de la tierra. La soledad lo salva de la mirada de un ebrio que en el fondo de la taberna se responde preguntas. El plural de las líneas no es nada extraño en soledad: se vive con el yo. Se vive en dos estados de muerte: el yo y quien vive sabiéndose yo u otro.

“Nadie nos veía. Pero, de todos modos, / estábamos ya tan excitados / que no éramos capaces de cautelas. / / Semiabrimos nuestras ropas —no eran muchas, / pues ardía el divino mes de julio”.

Sin embargo llovía aquí en el trópico. Un solo poeta en la calle basta para saber cuán desolados vivimos. Un hombre amparado por sus cuadernos es suficiente para sabernos perdidos. En esta ciudad nadie resucita en medio de la madrugada. No obstante, el poeta sin dios entra y sale de los lugares prohibidos, sueña bajo el farol de una esquina. Atiende con amabilidad los duendes de sus zapatos y sabe decirle amor o puta a una mujer nocturna.

Era julio. Sigue siendo julio. O mejor, siempre es julio. Siempre es poesía. Una maldición.


Portrait of Cavafy taken around 1890
III
“Oh gozo de la carne por entre / ropas entreabiertas; / rápido desnudar de la carne: su imagen / ha atravesado veintiséis años y viene ahora / a permanecer en estos versos”. Carne prohibida. Carne del otro, concebida hasta el último sonido del poema.

Ya en la calle, el texto se bifurca, es otro. Y así, dos poemas, dos momentos, dos pecados. La taberna sigue en el mismo sitio y hasta se multiplica en el portal de otra que una cuadra más adelante se abre entre ventanas. Camina entre rostros. La hojarasca de un otoño imposible deja la lluvia de julio y revienta en olores.

“Su simpática cara, un tanto pálida; / sus ojos marrones, como ojerosos; / de veinticinco años, pero más bien aparenta veinte; / con algo de artista en el vestir / —algo en el color de la corbata, la forma del cuello—, camina por la calle a la ventura, / como hipnotizado aún por el placer prohibido, / el placer tan prohibido que acaba de obtener”.

¿Qué destino tenía en proyecto el hombre, el poeta miserable, el recóndito, el de los libros suministrados por los dioses que no están en su agenda de creencias? Mentira, nada se ha torcido. Es el mismo destino: el tiempo sabe mucho, suda bajo las manecillas del reloj, soporta el sonido perfecto de la maquinaria diminuta del tiempo. El poeta se mira los zapatos. La lluvia corre hecha forma por las sucias calles. Más allá del poema pensado, un asesino arrastra sus cuchillos. Trae la muerte en el filo de un puñal.

¿Qué puede hacer Platón ante un homicida? Cavafy escribe: “Aquí somos una mezcla: sirios, griegos, armenios, medos. / Y así es Remón. Sin embargo, ayer, cuando la luna / iluminaba su amoroso rostro, / nuestro pensamiento se remontó al Carmides de Platón”.

Una hoja de cuaderno empoemado se aleja del solitario. Piensa en la enfermedad de Clitos. La fiebre de Alejandría se ocupa de los vivos. Los muertos disfrutan del olvido.

El demonio ambula por esta ciudad. Un poeta entra y sale de una taberna. Maldice los relámpagos. Cambia de sitio en la calle. Regresa a sus asuntos sobre una mesa impregnada de vilezas y bondades.


Manuscrito del poema "Thermopyles"







Beloved - Toni Morrison (1931 Lorain, Ohio)

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©Timothy Greenfield-Sanders
124 WAS SPITEFUL. Full of a baby’s venom. The women in the house knew it and so did the children. For years each put up with the spite in his own way, but by 1873 Sethe and her daughter Denver were its only victims. The grandmother, Baby Suggs, was dead, and the sons, Howard and Burglar, had run away by the time they were thirteen years old—as soon as merely looking in a mirror shattered it (that was the signal for Burglar); as soon as two tiny hand prints appeared in the cake (that was it for Howard). Neither boy waited to see more; another kettleful of chickpeas smoking in a heap on the floor; soda crackers crumbled and strewn in a line next to the doorsill. Nor did they wait for one of the relief periods: the weeks, months even, when nothing was disturbed. No. Each one fled at once—the moment the house committed what was for him the one insult not to be borne or witnessed a second time.



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Beloved - Copyright © 1987, 2004 by Toni Morrison
Originally published by Alfred A. Knopf,
a division of Random House, Inc.,
New York, in 1987.




Eugenio Montejo por Rayma (Venezuela)


Masahito Kawashima: Camino de flor (Aventuras y desventuras de un inmigrante japonés)

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—Por: Gregory Zambrano—

Masahito Kawashima autor de Camino de flor
Foto: Silvia González
Los libros y el azar

Hace un tiempo, escudriñando en una biblioteca ajena encontré un libro que llamó mi atención: Camino de flor. En la nota de contraportada se decía que en sus páginas  se encontraba una “amplia visión del coraje, la fuerza y la determinación que se necesitan para salir adelante y exitosos en las circunstancias más adversas”.

Comencé a leerlo imantado por la sinceridad del testimonio, por la franqueza del lenguaje y por esa fuerza que tienen los que han vivido experiencias límite y quieren dejar su impronta. Así fue que me atrapó la historia de Masahito Kawashima, un japonés que decidió migrar a los diecinueve años.

Me adentré en las páginas y fui atando los hilos de una madeja  que mostraba paso a paso una historia de vida y, sobre todo, la transformación de una persona escindida entre dos espacios geográficos tan distantes como diferentes: Japón y Argentina.

Camino de flor es, sobre todo, un testimonio que puede leerse como un relato de aventuras. Pero también es la voz de un sobreviviente para quien la vida sólo tiene sentido en la medida en que se puedan seguir los impulsos del corazón, así esto conlleve al sacrificio, al silencio, a la posibilidad de la derrota.

Panorama actual del puerto de Yokohama
Foto: Gregory Zambrano
El lector y el autor

Una tarde compartía en un café con una amiga, y por una de esas casualidades, apareció el nombre de Masahito Kawashima en la conversación, pues mi amiga lo conocía. Ese hecho fortuito me permitió poco después conocer al autor del libro que acababa de leer. Luego, comenzamos un diálogo que se ha convertido en agradables tertulias. Gracias a ello, he podido enterarme de otros detalles que rodearon la decisión de aquel joven de diecinueve años, cuando apenas terminaba sus estudios preparatorios y quería asomarse al mundo.

Entonces Kawashima no sabía nada acerca de la lengua castellana, ni de la vida en América Latina y sin embargo, se alistó en una aventura de navegación que le llevaría, durante cuarenta y dos días, desde el puerto de Yokohama hasta Buenos Aires.

A bordo del “Argentina-maru”, partió junto a un grupo de jóvenes que como él querían un futuro distinto al que le aguardaba en el Japón de la posguerra, entonces agobiado por el desempleo y las carencias materiales.

Como todo comienzo, una vez que llegó a su destino, nada fue fácil. Como aprendiz debió acostumbrarse a las extenuantes jornadas de trabajo a pleno sol en el cultivo de las flores. Aprendió junto a las primeras palabras del nuevo idioma, los principios  de la convivencia entre peones y caporales; pero, sobre todo, empezó a entender una visión del mundo y unos principios del trabajo completamente ajenos a los suyos.

A los diecinueve años, lo que sí tenía era un abundante deseo de superación, y sobre todo, la imponente determinación de seguir sus sueños. Así fue como decidió aprender de la cultura y del idioma del país que lo acogía. Se inscribió en la escuela nocturna para la cual tenía que trasladarse varios kilómetros caminando cuando no encontraba quien le diera un “aventón”. No le vencía el cansancio de una jornada extenuante, que se repetía un día y otro en la dura faena de horadar la tierra. Entonces el cultivo de flores en Argentina era un negocio próspero. Ese primer trabajo le abrió un conjunto de posibilidades que en ese momento no tenían sus padres que, como tantos japoneses, se habían quedado a la intemperie luego de la derrota de su país en la guerra que terminó en 1945 con las explosiones atómicas.

El "Argentina-Maru" hizo la travesía entre 1958 y 1971
®Museu Histórico da Imigração Japonesa do Brasil
Comienzo de la travesía

Su padre había migrado a China, donde entonces se encontraban más de dos millones de japoneses, que fueron obligados a regresar a  Japón después de la guerra. En aquel país había nacido Masahito, segundo varón y tercero de cinco hermanos. En Japón la nacionalidad de los padres determina la de los hijos y no el lugar de nacimiento. Su padre también había salido de Japón con la esperanza de hacer fortuna y ahora regresaba con una familia recién formada, obligado no solo por la derrota militar y política de su país, sino también por la derrota moral que le dejó “vencido espiritualmente”. Esto le impidió recuperar  la fuerza para el trabajo y el ímpetu para emprender. Por ello su madre tuvo que asumir el reto de levantar los hijos, echar las raíces de la familia repatriada y aprender un oficio: comenzó a pescar y vender conchas marinas en la zona de Inage, prefectura de Chiba, contigua a Tokio.

En ese entorno creció Masahito, quien pudo hacer sus estudios primarios y secundarios gracias al esfuerzo de su madre. El joven Kawashima se destacó como deportista y buen estudiante e ingresó a la escuela preparatoria de Inage, la mejor de la zona, pero consciente de que le sería muy difícil seguir los estudios universitarios debido a las carencias económicas de la familia.

Se enteró de que algunos jóvenes se estaban preparando para salir de Japón a probar suerte en otros países. Entre las opciones que tenía  estaba la de tomar un curso intensivo durante tres meses para aprender algunas técnicas de la agricultura y poder viajar a la Argentina, donde necesitaban mano de obra para el campo.

Pero también probó su resistencia física, haciendo un viaje a pie desde Chiba hasta Hakone, unos doscientos kilómetros, pasando por Tokio. No llevaba dinero y debía sobrevivir por su cuenta, con apenas tres onigiri (bolas de arroz) como sustento. El viaje duró una semana, durmió prácticamente a la intemperie y fue no sólo una prueba para su fortaleza física sino también para acerar la entereza de su voluntad, lo cual le confirmó que su destino estaba escrito. Al caminar por la zona montañosa de Hakone, cuenta, “podía ver cómo el Monte Fuji mostraba su belleza espléndida y me pareció estar festejando mi futuro”.

El largo recorrido del buque “Argentina–maru” le permitió conocer algunos puntos de la escala: Los Ángeles (en un tour que le costó catorce dólares pudo visitar el barrio chino, el teatro y la lujosa zona de Beverly Hills); en el canal de Panamá vio hermosas chicas en bikini que llamaron su atención; al igual le impresionaron La Guaira y la ciudad de Caracas, donde notó que había “muchas señoritas de ojos oscuros”. Así va contando los pormenores de las escalas que el barco hizo en Curazao, Belén, Río de Janeiro, Santos y, finalmente, Buenos Aires.

El "Argentina-Maru", Museo de la migración
japonesa (JICA), Yokohama
Foto: Gregory Zambrano
Las flores muestran el camino

La aventura del viaje, no exento de peripecias, es la antesala a lo que le esperaba  en la finca “Tokashiki”, donde pasó los primeros tres meses. Fueron días de trabajo y aprendizajes acelerados. Allí supo el significado de las primeras palabras que aprendió en español: la expresión “de sol a sol”, en relación con las faenas del campo.

Para entonces, en 1965, Argentina tenía una población de veinticinco millones de habitantes, en un territorio que es unas ocho veces más grande que Japón; allí vivían unos treinta mil descendientes de japoneses, de los cuales la mayoría se dedicaba a la floricultura.

El primer inmigrante japonés floricultor fue el profesor Seizo Itoh, procedente de la Escuela de Agricultura de Sapporo, en 1910. Itoh se instaló en la provincia de La Pampa donde adquirió una estancia en la que luego recibió inmigrantes. Los registros de inmigración anotan que el primer descendiente del que se tenga noticia, Seicho Arakaki, nació en 1911, formalmente el primer nisei argentino, hijo de okinawenses. Poco después, otra porción de inmigrantes se dedicó al oficio de las tintorerías, que también resultó ser un negocio lucrativo.

Durante la Segunda Guerra Mundial, los precios del trigo y de la carne de res tuvieron un repunte que demandó de Argentina casi toda su producción, lo que se tradujo en una bonanza económica que posibilitó la inversión en la obra pública: avenidas, calles, edificios; expansión del metro de Buenos Aires, que comenzó a funcionar en 1913 y solo había desarrollado tres líneas; luego llegó una fuerte inmigración italiana, auspiciada por el primer gobierno de Juan Domingo Perón, descendiente de italianos.

Todos estos factores ayudaron a reimpulsar la vida nacional. La riqueza también se manifestaba en la demanda de flores. Flores para toda ocasión: fiestas, adornos, obsequios, todo esto hizo que los inmigrante japoneses vieran en ese rubro un gran negocio, que duró hasta que sobrevinieron otras necesidades y las flores comenzaron a tornarse un lujo.

Después de muchos avatares y varios episodios frustrantes, Masahito Kawashima pudo seguir sus labores en otra plantación florícola, la finca “Tanimura”, pero no encontraba lo que deseaba, que consistía en juntar el dinero suficiente para independizarse e iniciar su propio trabajo. Así probó suerte alistándose como grumete en un pequeño barco camaronero, pero no se acostumbró a los vaivenes de la embarcación y a los severos mareos por lo cual retomó sus labores en la floricultura. Luego se trasladó a la finca “Ebi”, en Mar del Plata, donde pudo acordar el trabajo como medianero, es decir, utilizar el terreno de otro propietario para encargarse de la siembra para después repartir el producto de lo cosechado.

Eso le resultó una mejor opción que lo llevó a dar un primer paso tras su sueño de hacerse propietario. Andando el tiempo y gracias a diversos sacrificios, logró por fin reunir lo suficiente para comparar un pequeño lote de terreo y comenzar la labor independiente. Poco después su hermano Hiroshi siguió sus pasos y llegó a Argentina, pero él no tenía vocación para el trabajo de la tierra. Lo suyo eran las artes marciales, especialmente el judo, lo que le permitió prontamente y gracias a ciertas peripecias azarosas convertirse en instructor de judo y ganar dinero con lo que era su afición.

Cuando la venta de flores comenzó a decaer y Masahito pensó en buscar otras opciones. Fue con su hermano a recorrer Buenos Aires y la dinámica de la capital los atrajo de tal manera que al poco tiempo decidieron dejar el campo, el judo y el trabajo con las flores.  Masahito provechó para contactar con algunos japoneses que había conocido en distintas circunstancias. Así fue como logró emplearse como  vendedor de baterías de la marca “Hitachi”, que se abría espacio en el mercado argentino, mientras que Hiroshi se las arreglaba en una empresa de comercio exterior.

Cinco años después Masahito decidió regresar a Japón, dejándole a Hiroshi la responsabilidad de vender el lote de terreno. Todo lo que había podido ahorrar con su trabajo de cinco años lo invirtió en el boleto de retorno.

Hogar en tránsito

Luego del reencuentro familiar en Inage, comenzó a desempeñar otros oficios, como vendedor de perlas, guía de turistas latinoamericanos, y fue contratado como intérprete de una delegación deportiva que acompañaba a un campeón mexicano de boxeo. El modo de ser de los mexicanos era contrastante con lo que había aprendido de la idiosincrasia argentina, y eso le llamó mucho la atención. Quería emprender una nueva aventura y decidió aprender el arte de la digitopuntura (shiatsu).

Poco después decidió ir a México. Antes pasó por Los Ángeles a donde su hermano Hiroshi se había trasladado, una vez que se cansó de la vida argentina y vendió el lote de terreno que su hermano le había dejado a cargo. En Los Ángeles Masahito se quedó un tiempo, allí fue chofer de ricachones y vivió experiencias fuertes con personajes excéntricos vinculados al espectáculo; también conoció a sujetos inexplicables que vivían la vorágine hippie. No logró asirse a ese mundo de derroche y banalidad. Entonces decidió proseguir su plan. Hizo el viaje hasta la Ciudad de México, en autobús, durante tres días. Luego de visitar a sus antiguos clientes mexicanos y conocer el entorno capitalino, decidió seguir hacia Argentina con la idea de aplicar allí las técnicas de la digitopuntura recientemente adquiridas.

En Buenos Aires permaneció trabajando por un tiempo corto, aunque logró una buena clientela las cosas habían cambiado y no se sintió a gusto, por lo que de nuevo retornó a Japón. Continuó con su labor en una empresa de turismo, mientras pudo optar a un curso del Ministerio de Relaciones Exteriores de Japón que preparaba personal auxiliar para las embajadas. Esa experiencia lo llevó de nuevo a México, a trabajar en la embajada japonesa. Allí vivió divertidas aventuras, presenció hechos de violencia, tuvo un accidente de automóvil que pudo haberle costado la vida y conoció a Michiru Ohnishi, proveniente de la prefectura de Aichi, con quien se casó. Cuando terminó su trabajo en la embajada, prosiguió como guía de turismo y eventualmente organizador de peleas de boxeo. En México nació su primer hijo, Daichi. Luego se trasladó con su familia a Guadalajara, donde trabajó como administrador de una taquería y vivió las angustias del terremoto que azotó la Ciudad de México,  en septiembre de 1985.

Volvió a Japón en varias oportunidades, siempre en plan de guía de turistas, recorrió los lugares más emblemáticos de su país parar mostrarlo con orgullo a los visitantes. En el ir y venir de México a Japón vivió otras muchas peripecias, todas fueron para él formas de aprendizaje. Antes de cerrar su testimonio, dice metafóricamente: “Lo que más necesitamos en Japón es el corazón. La amplitud y tranquilidad de corazón nos hacen falta enormemente. Cuando tengamos el corazón más sano, podremos actuar como un verdadero líder del mundo. Este orazón de los japoneses es lo más solicitado por la gente de diferentes países”.

Por todos sus avatares, Camino de Flor, puede leerse como un relato autobiográfico, y nos deja la certeza de que no hay camino imposible para quien posee una férrea voluntad. Masahito Kawashima logró cursar una carrera universitaria, como lo había deseado en su juventud. La Universidad de Estudios Internacionales de Kanda (KUIS) le otorgó el título de licenciado en estudios hispánicos. Hoy día, a los  67 años de edad, Masahito Kawashima vive en Inage, Chiba; todavía no se retira de su negocio de almacenamiento y carga en el aeropuerto de Narita. Tiene una nieta, hija de su primogénito. Su segunda hija Dawaka, nacida en Japón, es aficionada al canto. Viaja constantemente, es un lector voraz de periódicos para estar enterado de las peripecias de la política japonesa y quiere emprender estudios de filosofía. Recuerda y se ríe de sus propias ocurrencias, tiene un humor de niño inquieto, dispuesto a comenzar una nueva aventura.

Camino se flor se publicó originalmente en japonés, luego se difundió por entregas en un periódico local. La edición en español se publicó en México en el año 2000 y actualmente se prepara una edición en inglés.  / G.Z. Tokio, mayo de 2013.





How to be a great writer by Charles Bukowski (1920, Andernach, Germany - 1994, San Pedro, California)

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you've got to fuck a great many women
beautiful women
and write a few decent love poems.

and don't worry about age
and / or freshly-arrived talents.

just drink more beer
more and more beer

and attend the racetrack at least once a 
week

and win
if possible.

learning to win is hard-
any slob can be a good loser.

and don't forget your Brahms
and your Bach and your
beer.

don't overexercise.

sleep until noon.

avoid credit cards
or paying for anything on
time.

remember that there isn't a piece of ass
in this world worth over $50
(in 1977).

and if you have the ability to love
love yourself first
but always be aware of the possibility of
total defeat
whether the reason for that defeat
seems right or wrong-

an early taste of death is not necessarily
a bad thing.

stay out of churches and bars and museums,
and like the spider be
patient-
time is everybody's cross,
plus
exile
defeat
treachery

all that dross.

stay with the beer.

beer is continous blood.

a continous lover.

get a large typewriter
and as the footsteps go up and down
outside your window

hit that thing
hit it hard

make it a heavyweight fight

make it the bull when he first charges in

and remember the old dogs
who fought so well:
Hemingway, Celine, Dostoevsky, Hamsun.

if you think they didn't go crazy
in tiny rooms
just like you're doing now

without women
without food
without hope

then you're not ready.

drink more beer.
there's time.
and if there's not
that's all right
too.




Abril rojo: La guerra, la paz y la literatura (Parte I)

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—Luis Fernandez-Zavala, Ph.D.—

“La gente que ha matado demasiado
ya no se arregla nunca”
Abril rojo.


De 1980 hasta más o menos 1990, Perú vivió una virtual guerra civil. Sendero Luminoso le declaró la guerra al Estado Peruano y éste respondió con la ferocidad de una guerra total. Los bandos desangraron terriblemente al país por más de diez años, tal como lo demuestran las cifras de muertos y desaparecidos: entre 69 mil y 77 mil, de los cuales un 40% son atribuidos a Sendero, 30% a las fuerzas del gobierno y el restante 36% a otros. Las tendencias suicidas y  homicidas encordelaron a la población civil —principalmente en las áreas rurales— en un abrazo macabro que ha dejado hasta hoy huellas difícilmente resarcibles.

Muchos jóvenes escritores peruanos vieron su juventud tempranera entre bombas, apagones, muertos y cierra puertas. Más de uno aprovechó la inseguridad de estos tiempos para leer más y mejor; otros para alimentarse de zozobras que luego plasmarían en poemas, novelas, cuentos y películas. Se podría decir que se generó un temario difícil de omitir para ellos: el trauma de la guerra.

Dialéctica del trauma de guerra en la literatura

En estricto sentido, la dialéctica del trauma de guerra en la literatura intentaría reproducir, rescatar y articular las vivencias de combatientes, víctimas y testigos de la guerra (Tracy Strauss, War, Literature & the Arts). Los traumáticos eventos de la guerra crean una disociación entre los individuos y la sociedad y sus instituciones. Se da una crisis de fe: la sociedad no los protege, ni los sanciona. A nivel individual, la pérdida de seres queridos y el riesgo de perder la vida propia genera un permanente estado de alerta que afecta física y psicológicamente su vida diaria . Miedo, ira, desconfianza y una desesperada necesidad de conexión humana guían los febles pasos de la vida cotidiana de los individuos. Ellos saben que no tienen muchas opciones y que la única libertad disponible es la de sentir lo tormentoso de la situación. Los eventos que los envuelven dentro de una pesada nube imposible de diluir, los lleva a idealizar aspectos de un mundo que creían seguro, “su vida normal”. Hasta cierto punto, la imaginación de los individuos hace manejable la situación que no pueden comprender y los ayuda a vivir confusamente.

el autor peruano Santiago Roncagliolo
Santiago Roncagliolo (1975) es uno de estos escritores testigos de la violencia que vivió el país, hijo de padres profesionales no ajenos a la política progresista, compartió con ellos su preocupación sobre el Perú, el exilio, y también el desencanto cuando Sendero enmugreció el término revolución. Roncagliolo es un observador acucioso, un investigador de detalles, pero por sobretodo un literato respondiendo a su época. Él fue un testigo más entre millones de peruanos, pero su quehacer no es la de un historiador o periodista, aunque su obra literaria se nutre de estos oficios. Como escritor, él puede reinventar todo para poder presentarnos el factor humano de las grandes tragedias. En su novela Abril rojo (Premio Alfaguara de novela 2006), presenta brillantemente este  mundo del trauma de guerra y la violencia vivida en lo años ochenta en el Perú.

A través de la historia del fiscal distrital adjunto, Félix Chacaltana, quien trata de cumplir la ley y las regulaciones al pie de la letra como una manera de darle un orden al caos que lo envuelve, Roncagliolo nos hacer revivir la ansiedad que los peruanos sentían por esta época. Todos querían volver a la idealizada normalidad.

“El fiscal Chacaltana puso el punto final con una mueca de duda en los labios. Volvió a leerlo, borró una tilde y agregó una coma con tinta negra. Ahora sí. Era un buen informe. Seguía todos los procedimientos reglamentarios, elegía sus verbos con precisión y no caía en la chúcara adjetivación habitual de los textos legales.”

La acción transcurre en Huamanga, la capital del departamento de Ayacucho (el lugar donde Sendero Luminoso empezó sus acciones de guerra y que curiosamente significa: rincón de los muertos) durante los días previos a la Semana Santa. Huamanga, es famosa internacionalmente por la intensidad puesta en la celebración de la Semana Santa y por contar con 33 iglesias alrededor de la plaza mayor.

En Huamanga-Ayacucho (un Macondo bizarro)  la espiritualidad católica, la mitología andina y la violencia pre y post-guerra se mezclan como la escenografía fantasmagórica que esconde un asesino cruel y ritualístico. La búsqueda del asesino se convierte en  la columna vertebral de esta historia donde las instituciones (Iglesia, Estado, Ley) se vuelven más gelatinosas y sus personajes representativos actúan como fantasmas tambaleantes.

Ayacucho, Perú
El cura Quiroz guarda en el sótano de la iglesia un horno para incinerar cadáveres; el comandante Carrión, que por ratos parece el más adaptado a la situación tenebrosa que envuelven los asesinatos, es el que confiesa su miedo y su cinismo. El agente de inteligencia Eléspuru, que no dice mucho pero está en todas partes, es el nexo con el poder central y su plan maestro de pacificación. El juez Briceño, coludido con la jerarquía militar, no acepta las evidencias de la investigación de Chacaltana, su función  no es otra que  filtrar justica en favor de sus aliados. Todos los personajes, y aún las víctimas de los asesinatos, están ligados a un pasado violento. Los “terrucos”, o Senderistas, supuestamente derrotados, siguen apareciendo, matando y muriendo entre las sombras, no se sabe mucho de ellos, pero ahí están, con miles de ojos en todas partes.

El divorciado fiscal Chacaltana regresa a Ayacucho durante los años que se creía haber derrotado a Sendero. Él pertenece a la clase media provinciana, en Lima donde estuvo trabajando, no era nadie. Vive solo, hablando con su madre muerta. Ella representa el mundo ideal de su infancia, de los sentimientos nobles, la buena conciencia, pero la infancia de Chacaltana también esconde un pasado violento.

Chacaltana quiere hacer las cosas bien, avanzar en su carrera, servir a su país, inclusive volver a enamorarse, con la aprobación de la madre, por supuesto. Edith aparece como la tabla de salvación, es joven, lo entiende y lo aprecia; ella representa la oportunidad de arreglo frente al caos presente.

“—Es solo que contigo me siento menos absurdo. Tú eres una de las cosas que no entiendo, pero la única que me gusta no entender.”

Sin embargo, en una situación de violencia generalizada, las emociones positivas, como el amor y el sexo, también se pervierten y la relación tendrá un derrotero violento.

La artesanía de Roncagliolo hilvana pulcramente la historia individual del fiscal Chalcatana con el desenvolvimiento de las instituciones en el ambiente anterior y posterior a la guerra. La fluidez narrativa atrapa rápidamente al lector en la trama para descubrir quién o quiénes son los asesinos dentro de un ambiente  donde todos los personajes están inmersos y salpicados por la brutalidad de la guerra. En los momentos en que las emociones de amor, pasión, soledad, frustración y miedo aparecen, éstos son tratados con una fineza y delicadez íntimas que no se diluyen en la oscuridad de eventos mayores.

En el Ayacucho de Roncagliolo todos los personajes se mueven como fantasmas y la religiosidad y el misticismo se mezclan con ellos. No hay una idealización del mundo de la pre-guerra, donde la violencia ya tenía otras aristas. Se podría sociológicamente admitir que la violencia cultural y la de la capital originaron un mayor exabrupto y barbarie. El machismo existía antes de la guerra, el desprecio por lo provinciano existía antes de la guerra, el centralismo existía antes de la guerra, el desprecio por el indígena ya era anterior. La guerra exacerba todo esto, lo lleva a su extremo. Sin embargo, cada uno sufre la guerra desde su raíz social clasista, desde su propia biografía violenta y muchas cosas no dependen de ellos sino de las altas esferas del poder; otro gran fantasma omnipresente.

La imagen que nos queda al terminar la novela es que el autor, como testigo urbano, siguió muy de cerca el desenvolvimiento del conflicto y logra recrear inteligentemente las angustias del trauma de la guerra (como personas ordinarias responden al acecho, al peligro, a la muerte) dentro de un mundo con personajes que se mueven como fantasmas. Cada uno vive su drama personal de la violencia, inserto en ella y sin poder escapar. La única salida es convertirse en otro fantasma más. Eso es lo que el trauma de la guerra trae, personas que viven como fantasmas.

Con Abril rojo, Roncagliolo ayuda a procesar este trauma bélico como una totalidad, es decir, buscando y restableciendo las conexiones entre la deshumanización, el caos, desolación individualizada y la sociedad. El lector accede a los horrores de la guerra, los dimensiona, y así, de alguna manera, se exorciza. La memoria ficcional presenta el horror de la guerra como “entendible”, pero sin salida.






1st Americas Latino Festival 2013 - Boulder / Denver

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—por John Montañez Cortez—

Ilustración de Pablo Bernasconi
I
La perseverancia es el secreto de todos los triunfos, escribió en una ocasión el gran poeta, dramaturgo y escritor romántico francés, Victor Hugo. Y es que el primer Festival Latino de las Américas estaba programado para septiembre de este año pero una de las peores inundaciones por lluvia arrasó muchas regiones del condado de Boulder, en Colorado, forzando a la cancelación del evento. Muchas de las compañías que habían prometido fondos se vieron forzadas a desviar sus apoyos financieros a otras necesidades más urgentes y obvias: operaciones de reconstrucción y ayuda a los damnificados.

Por fortuna, una vez más, la perseverancia desinteresada de muchos latinos, gente valiosa, ofrecieron su inestimable tiempo y talento —costeándose sus propios medios— para llevar a feliz término el primer Americas Latino Festival la semana pasada (16, 17 y 18 de noviembre de 2013).


II
El festival
La nieta de la desaparecida activista nacionalista puertorriqueña Lolita Lebrón, Irene Vilar, es la fundadora y directora de este encuentro histórico que tuvo como marco actividades en dos ciudades simultáneas: Boulder y Denver. Asistieron conferencistas, artistas, escritores, líderes comunitarios y ambientales y de los derechos de los inmigrantes, así como directores de cine (cortos) y comunicadores sociales que vinieron desde las más importantes ciudades de la unión americana, además de Argentina, España, México y Puerto Rico. El festival fue apoyado en parte por las alcaldías de las ciudades de Denver y Boulder —University of Colorado at Boulder, Boulder Public Library, McNichols Civic Center Building, etcétera—.

Foto: Diana Alejandra Montañez, 2013
Durante tres días el festival fue escaparate de una variedad de eventos para todas las edades, razas, niveles económicos e intereses. Los componentes de la programación estuvieron diseñados para reducir la brecha entre el mundo académico, la educación K-12, las artes, la política, los negocios y las comunidades. Presentadores invitados latinos —y no latinos— tuvieron la oportunidad de compartir sus notables conocimientos, en sus respectivos campos, compartiendo sus testimonios y algo aún más importante: el rol potencial que los artistas, científicos y académicos poseen para impactar y concientizar a los ciudadanos acerca del medio ambiente que los rodea, la sostenibilidad y la diversidad de los pueblos y los ecosistemas.

El virtuoso pianista venezolano Víctor Mestas
acompañado de la talentosa Sandra Wong
 Entre los participantes excepcionales habría que destacar la presencia de los ganadores del Premio Pulitzer, Junot Díaz y Sonia Nazario; la afamada novelista mexicana Laura Esquivel; el autor y presentador en PBS NewsHour Ray Suárez; el artista corporal Guillermo Gómez Peña; el pianista venezolano de clase mundial Víctor Mestas; el poeta y diplomático mexicano Homero Aridjis; la Dra. Paty Romero Lankao del National Center For Atmospheric Research; el artista y escritor argentino Pablo Bernasconi y las actuaciones de la cantante Heatherlyn y del actor y humorista Rick Najera.


Pablo Bernasconi
III
“Me robo el pasado de las historias”
Lo inverosímil de la apariencia es paradójica cuando se aplica al primer vistazo de la obra de Pablo Bernasconi. La blancura de las paredes del lobby del Canyon Theater, en la biblioteca pública de la ciudad de Boulder, hacían casi resplandecer los Finalesde Bernasconi. Pausamos. Observamos con mínimo detalle. Intentamos desgranar las técnicas trabajadas quizá desde la tierra del tango y las pampas, desde Bariloche, Madrid ¿New York? Admiramos el arte. Imaginamos la grandeza del gestor de tanto talento artístico y creatividad. Luego vino la realidad, nos topamos con el artista y conocimos a Pablo así como es, un hombre sencillo, de tez afable y suave voz legible y muy argentina claro, más bien de poca estatura corporal pero grandeza en humildad y talento.

De El fin del Fin —Finales— aprendimos que Bernasconi tiene varios problemas: le aterran los pececitos de colores de las aguas caribeñas, no le gusta que se le peguen los dedos con la gotita, le da asco la leche y empieza cada libro leyendo primero el final. De ahí provienen las visiones y la creatividad de sus Finales (Editorial Edhasa, 2013, Buenos Aires), utilizando como materia prima novelas, ensayos y obras de teatro de la literatura universal, la cual cierra la trilogía de experimentos editoriales que comenzó con Retratos (“el Qué antes del Cómo”) y siguió con Bifocal(“la epopeya del cíclope miope”).

Pablo Bernasconi (1973), es un conocido escritor, ilustrador y diseñador gráfico porteño. Estudió en la Universidad de Buenos Aires, donde también ejerció como docente de Diseño por seis años. Comenzó como ilustrador en el diario Clarín en 1998. Ha trabajado para diferentes medios internacionales como The New York Times, The Wall Street Journal, The Times, Daily Telegraph y La Nación, entre otros. Ha publicado diez libros infantiles, entre los que destaca El capitán Arsenio, premiado como mejor libro infantil (Zena Sutherland Award).

Pablo Bernasconi en Boulder
Foto: Diana Alejandra Montañez, 2013

Estamos entonces obligados a terminar con un aforismo del propio Bernasconi:

“Me robo el pasado de las historias, y lo escondo para después. Así, les presento el futuro, y despierto el apetito. Como un trovador tramposo, como un fisgón adicto.”


Junot Díaz (Nina Subin/Penguin Group)
IV
“It takes more time to erase yourself than to be yourself.”
El super talentoso escritor dominicano Junot Díaz es otra cosa. Atrae masas. Tiene audiencia y él lo sabe, la utiliza, saca partido. El sábado por la noche, la biblioteca de Boulder estaba a reventar. Todos querían ver y escuchar al carismático autor de The Brief Wondrous Life of Oscar Wao (Riverhead Books, published by the Penguin Group, 2007, New York), hasta ahora considerada su obra maestra. Se veía alegría y entusiasmo en las caras de la gente, haciendo fila, para conocer a su autor favorito, darle la mano, tomarse la foto con él y conquistar el anhelado autógrafo.

“Muchas personas se impresionan al saber que la literatura no está entre mis primeras dos cosas favoritas” dijo Díaz cuando comenzó su presentación. Hablaba un inglés limpio, perfecto, inteligente y rico léxico mezclado con jergas de su New Jersey de crianza que inevitablemente contienen groserías, para deleite y absoluta atención de la embelesada audiencia.

Díaz en Boulder
Foto: Diana Alejandra Montañez, 2013
Primero leyó algo del escritor cubanoamericano Oscar Hijuelos, en homenaje a su reciente fallecimiento. Luego leyó unas páginas de su famoso libro The Brief Wondrous Life of Oscar Wao. La experiencia, lectura rítmica, modulación en un tono de voz justo, nos hicieron trasportar al set de la novela, al lado de los personajes, viviendo la película. La alucinante experiencia fue la antesala a lo que realmente le gusta a Díaz: ser portavoz de causas sociales y reivindicativas.

Durante la sesión de preguntas, es donde realmente se conoce al verdadero Junot Díaz. Más que el escritor exitoso, el profesor brillante, el ganador de muchos merecidos premios está el hombre sencillo e inteligente, el inmigrante dominicano que saltando toda clase de obstáculos personales, económicos y sociales supo superarse hasta lograr una carrera exitosa y próspera; como a Oscar: “un James Joyce dominicano cualquiera”. Su verbo explayaba racionamientos complejos y a la vez sencillos de entender por cualquier persona. Ese es su objetivo. Dar a conocer su mensaje de aliento y superación a la mayor cantidad de personas posible, en especial, a los más vulnerables, las minorías con carencias de toda índole.

Junot Díaz nació en la República Dominicana y creció en New Jersey. Es el autor de Drown, aclamada por la crítica; The Brief Wondrous Life of Oscar Wao, la cual ganó el Pulitzer Prize en 2008 y el National Book Critics Circle Award; y This Is How You Lose Her, seleccionado en el New York Times bestseller y finalista del National Book Award. Ha ganado un MacArthur “Genius” Fellowship, PEN/Malamud Award, Dayton Literary Peace Prize, Guggenheim Fellowship, y PEN/O. Henry Award. Se graduó en el Rutgers College, actualmente Díaz es editor de ficción en el Boston Review y es el Rudge and Nancy Allen Professor of Writing en el MIT (Massachusetts Institute of Technology). Es cofundador Voices of Our Nation Workshop, una organización norteamericana dedicada a impartir seminarios de escritura a los escritores de color.

No puedo finalizar sin transcribir un delicioso trozo de su novela, leída por su autor en esa fría noche sabatina de Boulder:

But no, she doesn’t say a word about eating more plátanos. Instead, she takes your right hand and guides you. Your mom is rough in all things but this time she is gentle. You did not think her capable of it.
Do you feel that? She asks in her too-familiar raspy voice.
At first all you feel is the heat of her and the density of the tissue, like a bread that never stopped rising. She kneads your fingers into her. You’re as close as you’ve ever been and your breathing is what you hear.
Don’t you feel that? She turns toward you.
Coño, muchacha, stop looking at me and feel.








JFK, la novela de un héroe de hoteles

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—por Alberto Hernández—

1
JFK (Editorial Candaya, Barcelona, España, 2012) podría ser la novela de un puto. Aunque el mismo narrador/personaje diga que no es así. Es la novela de un escort. Es decir, la historia de un sujeto que sirve para que otro u otra la pasen bien en la intimidad. Es un personaje que, como él mismo lo afirma, funciona como “un terapeuta”, que ayuda al cliente que lo solicita en los hoteles de la ciudad, especie de adalid que salva de la soledad a quien lo llama con urgencia.

JFK es la traducción de Jota Fernández Klimkiewicz, hijo de español y polaca. JFK podría pasar, sin entrar en la obra, por el asesinado presidente Kennedy, pero no. Las iniciales dan pie para que el juego del autor, el escritor peruano radicado en Madrid, Sergio Galarza, se presente como un gancho para darle fuerza a un relato donde el malogrado jefe de Estado es sólo una referencia.
Desde la adolescencia, desde un espacio presente en la memoria, gracias al padre, a la madre, a su único amigo El Chico de la Moto y a Gina, una amante mucho mayor que él, JFK se desliza por la vida y se convierte en una suerte de “héroe” que ayuda al prójimo desde su condición de propiciador de placer, comprensión, compañía, de socio por un rato, de oyente de asuntos ajenos y de algunos toqueteos para los que es preciso conocer su manual de estilo o de procedimientos, por decirlo de alguna manera, el cual se concentra en tres reglas: 1) Mi culo es sagrado. 2) El servicio se paga por adelantado. 3) Nunca hay que enamorarse de los clientes. Reglas que, según un riguroso paseo por la historia, ha cumplido a cabalidad. Tanta es la dedicación profesional del personaje que Soy como una farmacia abierta las veinticuatro horas. Su móvil está encendido todo el tiempo.

2
La novela se divide en dos partes. La primera —la mejor lograda— es un registro de la personalidad de JFK. Es un inventario de resentimientos, de padeceres y malestares que la infancia y la adolescencia depositaron en nuestro protagonista. Desde que comenzó con El Chico de la Moto en esta aventura, JFK no ha tenido descanso. Relata y se desgarra. Cuenta y deja correr el tiempo. Se permite regresar a la sala oscura de un cine para instalarse con su madre a ver películas polacas, hasta que ésta considera que su hijo ha sido cómplice del padre al ocultarle la infidelidad de éste: un personaje agrio, desprendido, hosco. Cuenta su relación con Gina, personaje/objeto-sujeto amoroso, con quien aprendió mucho sobre el sexo. Preguntas, muchas preguntas navegaron durante todo el tiempo que le tocó ser parte de la separación del padre y de la madre. Hasta que se descubrió en la barriada su condición de escort, de entregado a la noche, a la disipación. La madre, la ex amante y demás fisgones le declararon una guerra de indiferencia. La primera lo corrió de su lado y de la casa, lo aisló y no aceptó más ayuda de ningún tipo.
Esta primera parte, bien estructurada, bien llevada por un narrador frío y calculador, concluye con el viaje del personaje a Estados Unidos. Un poco antes fue avisado por la madre de que el padre se estaba muriendo en un hospital. Esta información destapa los sentimientos más ásperos de Jotaefeká. No va a visitarlo. Se marcha a América y se abre a otro mundo, a otra manera de abordar la historia, de tratar de desviarla.

el escritor peruano Sergio Galarza (Foto: Candaya)
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En esta segunda parte de la novela el personaje se desdibuja, pierde fuerza. Ingresa en otro clima, en otro paisaje. JFK se comporta como un turista, como un testigo de eventos que forman parte de una película. De una realidad que se difumina en los ojos del personaje, quien asoma críticas contra ese estado de cosas que forman parte de la piel de los Estados Unidos. Diríamos que comparte lugar en el color local de Nocilla Dream, de Agustín Fernández Mallo, donde este narrador destaca la supremacía de la llamada realidad sucia que tanto le diera fama a Bukowski. En este devenir de JFK la novela palidece, pero a la vez se revisa porque busca el rescate de quien ha tenido que huir de él mismo, en una suerte de despecho que lo ha catapultado a nuevas experiencias, a miradas menos rebuscadas.

El viaje le permitió también refrescar sentimientos, pensamientos e imágenes del pasado. Hasta que regresa a su eterno presente de escort, a la Madrid donde vive. La ciudad donde hay un parque donde comenzó todo, donde se inició.
Y así termina:
Una ardilla me mira sorprendida, escondida entre unos arbustos. Y empiezo a correr, no sé hacia dónde, sólo espero llegar a un lugar seguro como la habitación de un hotel en Lodz.
Convertido en una metáfora, JFK se deja llevar por otra intemperie.





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